
Correr hasta volar
15 de febrero de 2025
Ser en medio del miedo
15 de junio de 2025Por mayra isel al 9 de marzo 2025
Entre una infección de gripe y un talón lastimado, decidí que lo mejor para mi bienestar y el de quienes me rodean era quedarme en casa, Siempre he pensado que los tiempos son perfectos. He estado consolidando una propuesta de anteproyecto para aplicar a un doctorado, y vi el hecho de permanecer en casa en este 8M como una señal para finalizar mi propuesta, así como para poder acomodar mis sentires-pensares. Proyectarme en la posibilidad de hacer un doctorado en el marco de este día ha sido una experiencia abrumadora y maravillosa a la vez.
Abrumadora porque tengo presente que las mujeres en México apenas hemos tenido acceso a la educación superior desde los años 50 ‘s y 60’ s. Porque he experimentado de primera mano el impacto de los estereotipos de género que determinan qué, cómo y cuándo es “adecuado” que las mujeres estudien. Pero también soy consciente de que, aunque estos desafíos han estado presentes en mi vida, han sido menos severos que los que enfrentaron las mujeres que me precedieron.
Conmovedora al recordar a mi versión de niña, adolescente y joven, quien fue encontrando referentes a medida que avanzaba, en mis pares y en los espacios en los que me fui insertando. Mis primeras figuras de mujeres en el ámbito público aparecieron en la escuela con mis maestras, en el servicio médico con las doctoras y en el trabajo de mi padre con sus compañeras. Mis referentes de mujeres estudiando surgieron a través de mi propio acceso a la educación: con cada grado que alcanzaba, entendía un poco más sobre los caminos académicos posibles. Honestamente, no seguía estudiando con la intención de acumular títulos, sino por el deseo genuino de profundizar en lo que me apasionaba. Nunca comprendí del todo la verdadera relevancia de obtener una maestría hasta que la tuve y encontré mi lugar en la enseñanza universitaria. Hoy, al mirar en retrospectiva, reconozco las puertas que me abrió y sigue abriéndome.
Con el doctorado ha ocurrido algo similar. Hace once años fue la primera vez que consideré la posibilidad de hacerlo, pero entonces apenas comprendía esa parte del mundo académico. En aquel momento, al revisar mis motivaciones, reconocí que, aunque el tema que quería estudiar me apasionaba -y aún lo hace-, no estaba queriendo acceder por la razón adecuada. Me movía más la idea de que “era lo que seguía”, una presión autoimpuesta de cumplimiento más que un verdadero deseo de aprender a investigar. Con el tiempo, fui encontrando información y referentes que me inspiraron, hasta que, una década después, a inicios del año pasado, todo comenzó a tomar forma con un sentido más profundo.
Esto no significa que la voz auotsaboteadora no haya aparecido. Lo ha hecho, pero gracias al acompañamiento cálido de amigas y compañeras, he logrado silenciarla. Una de ellas me compartió la frase que se convirtió en mi mejor herramienta para callar esa voz que insiste en que no soy suficiente, que me falta saber demasiado o que tal vez estoy comenzando tarde: “El doctorado es para que aprendas a hacer investigación, no para que llegues ahí sabiéndolo todo”. Y reafirmo que todo llega cuando es su momento.
Comencé este texto mencionando que también ha sido un proceso maravilloso. Las vida ha ido dibujando un camino lleno de encuentros significativos, y he recibido apoyo de personas a quienes admiro y quiero. Es maravilloso porque, a mis 40 años, verme reflejada en esta posibilidad nace desde un lugar de libertad y con un acompañamiento inmenso. Mi motivación ahora es clara: quiero aprender a investigar los temas que me apasionan, hacerlo en un espacio universitario que admire y me inspire. Quiero investigar para escribir, para fortalecer los fundamentos de mi trabajo, para seguir enseñando y acompañando a otrxs en su propio aprendizaje.
Así pasé mi 8 de marzo: dándome un tiempo para sentirme. Practiqué yoga, medité, escribí y recé en mi altar a las diosas. Luego continué estructurando mi anteproyecto de tesis, que -si las cosas se alinean- será mi siguiente bebé, un proyecto al que nutrir y del que, a la vez, aprenderé y creceré de la mano. Independientemente del resultado de esta aplicación y de lo que venga después, estaré eternamente agradecida a todas las mujeres que lucharon por los derechos que hoy me permiten vivir con mayor dignidad y visualizar mi futuro con más posibilidades. En honor, seguiré sosteniendo lo que hemos logrado y luchando por lo que aún falta.
“Históricamente, las mujeres hemos sido invisibilizadas, pero escribir y hacernos visibles es, en sí mismo, un acto político y una forma de resistencia.” Palabras de mi querida amiga Sagrario, desde su interpretación del pensamiento de Raquel Olea.